La periodización de la presencia fenicia en Occidente

La utilidad instrumental de la periodización radica en que pone el énfasis en los aspectos dinámicos de los procesos históricos, recalcando por consiguiente las diferencias que caracterizan a unos períodos y a otros. Tales diferencias implican cambios y trasformaciones de las que debemos dar cuenta en nuestro estudio, a poco que se supere el nivel puramente descriptivo de los hechos y nos adentremos en el de la búsqueda de explicaciones. En un marco como el de la colonización fenicia en el Mediterráneo la periodización se nutre de elementos cronológicos, que para el caso que nos ocupa, los proporciona fundamentalmente la investigación arqueológica, pero también de consideraciones históricas que dotan de un sentido más amplio a las fechas que obtenemos de aquellos.

Estas últimas proceden de enfoques y perspectivas teóricas en torno a cuales son los motivos que desencadenan los cambios culturales y sociales, y que tipo de factores son prioritarios o predominantes en la organización de las relaciones sociales, en las actividades que tienen que ver con la producción, distribución e intercambio de bienes y recursos, así como en el funcionamiento de los mecanismos simbólicos, institucionales e ideológicos, y en la forma en que todos ellos se articulan en un determinado conjunto histórico, propio de una época, de un periodo dado. No menos importantes son las consideraciones acerca del contacto cultural y sus consecuencias. La elaboración de modelos teóricos inspirados no sólo en los conocimientos y progresos de las disciplinas más instrumentalmente históricas, como el análisis arqueológico y filológico, sino también procedentes de otros campos afines como la Antropología o la Geografía, resultan de enorme utilidad a fin de elaborar síntesis que propongan explicaciones coherentes de los hechos, de muy diversa índole, observados.

Los elementos arqueológicos adquieren su significación cronológica no tanto aislados, sino dentro de contextos concretos en los que aparecen caracterizados de manera diversa:

a) Mediante la evolución tipológica de los artefactos que contiene el registro así como la inclusión en éste de otros nuevos, lo que implica cambios significativos en la tipología (aspecto formal) de los materiales. Es mérito de Schubart haber elaborado una secuencia basada en la evolución de la anchura de los bordes y la longitud de diámetro de los platos fenicios occidentales de "barniz rojo" que permite definir cronologías allí donde no poseemos otros datos asociados. Otras aportaciones interesantes se deben a Maass-Lindemann . No obstante la reserva ante el hecho de que la evolución tipológica pueda estar indicando cambios que afecten de forma más profunda a las distintas esferas del sistema sociocultural (relaciones sociales, organización económica, instituciones...) es conocida , por lo que pese a su manifiesta utilidad a la hora de proporcionar indicios cronológicos fiables, este criterio debe ser acompañado, siempre que se pueda, de otras observaciones apreciables en el registro arqueológico.

b) Por cambios significativos en la distribución de los artefactos, en la forma en que se contextualizan arqueológicamente, que implican alteraciones en la manera en que aparecen asociados, tanto en los contextos de habitat como en los funerarios. Así dichos cambios, al incidir no sólo en la forma de los objetos sino en sus asociaciones, están aludiendo a transformaciones de mayor entidad que aquellas que parecen reflejarse por la simple evolución tipológica.

c) Mediante cambios en la forma en que se presentan tales asociaciones en relación con el habitat y el entorno, que implican modificaciones en los patrones de asentamiento. Dichas variaciones presuponen alteraciones notables en cuanto a los sistemas productivos y a la distribución de la población, por lo que suelen reflejar modificaciones importantes en las formas de organización social y económica.

Las consideraciones históricas utilizan estos datos para, desde reflexiones teóricas, proponer interpretaciones del contenido de los cambios observados en el registro arqueológico. Interpretaciones que constituyen hipótesis dentro de un modelo determinado, que han de ser a su vez validadas y contrastadas mediante la adquisición de nuevos datos, generando de esta forma enfoques útiles para guiar la investigación por hacer. En esta contribución proponemos un modelo "centro/periferia" de tipo "multilineal" en el que, junto al comercio lejano como medio de trasladar riqueza desde una formación social a otra, introducimos el "factor agrícola" como elemento a tener en cuenta en el análisis de la causación de los acontecimientos que caracterizaron la expansión y la colonización fenicia en el Mediterráneo. Es más, el mismo "factor agrícola" parece haber intervenido, junto con otras variables, en el conjunto de causas que propiciaron la modificación del comercio fenicio a comienzos del primer milenio a C., desencadenado su expansión mediterránea. En este punto la pregunta es ¿porqué ahora y no antes ni después se lanzaron los fenicios en su expansión comercial por el Mediterráneo?. Es obvio que la respuesta no puede ser de tipo "porque a eso les condujo sus actividad de comerciantes". Periodizar, en el seno de dicho modelo, la presencia fenicia en la Península Ibérica constituye el objetivo de las páginas que a continuación sometemos a juicio del lector.

En el ámbito de la expansión fenicia en Occidente se han propuesto diversos modelos centro/periferia que, no obstante, aunque constituyen en nuestra opinión la mejor manera de abordar su estudio, algunas de las explicaciones que proponen deben ser desechadas y reemplazadas por otras que guarden una relación más coherente con la información que poseemos. Es comúnmente admitido que la expansión y subsiguiente colonización fenicia en Occidente obedeció a la necesidad de las ciudades de Fenicia de procurarse las materias primas necesarias para abastecer al artesanado del Próximo Oriente y del Mediterráneo oriental y asegurar la circulación de metales en los contextos económicos de aquellas regiones. Entre los estímulos más poderosos de aquella expansión se cita a menudo la presión de Asiria por medio de las imposiciones tributarias , si bien recientemente se han propuesto también causas internas como desencadenantes de lo que hoy se llama "diáspora comercial fenicia" por el Mediterráneo . La perspectiva que enfatiza los factores internos frente a las presiones del exterior parece más adecuada ya que tiene en cuenta el papel que desempeña el comercio lejano como modo de transferir riqueza entre lugares distintos, entre formaciones sociales diversas, por lo que llama la atención sobre la existencia de factores limitadores o restrictivos e incide directamente sobre las condiciones sociales, políticas y económicas existentes. Por otra parte los indicios de un cambio en el contenido y los horizontes del comercio fenicio , hasta entonces de carácter regional, así como los inicios de la expansión o "diáspora" fenicia por el Mediterráneo, que con toda seguridad no son posteriores al siglo IX a. C., son previos al momento cumbre de la expansión de Asiria por lo que difícilmente han podido ser originados por ésta.

Por ello, si a comienzos del primer milenio se puede detectar una transformación en el contenido y la extensión del comercio que tradicionalmente practicaban los fenicios, siendo sustituidas las riquezas naturales y los "objetos de lujo" por toda clase de manufacturas y ampliándose al mismo tiempo sus horizontes geográficos, fue por otro tipo de motivos que el de la supuesta presión de los imperios circundantes, motivos asociados más directamente con las crecientes dificultades que acarrearon la incidencia adversa sobre la eficacia tecnológica y la capacidad social para extraer excedente de toda una serie de condicionantes ecológicos (deforestación, sobreintensificación, degradación), demográficos (crecimiento y concentración de la población, pérdida de territorios interiores), sociales (ascenso de una ciudadanía capaz de representarse en la asamblea), económicos (crisis del sistema tributario-palacial-redistributivo, déficit agrícola) y políticos (pérdida del carácter despótico de la monarquía) , entre los que no debieron de ser los menos importantes los de índole demográfico-territorial, consecuencia de la pérdida de territorios frente a la presencia de los arameos y "los pueblos del mar" . Ahora bien, esta "variable" demográfica no debe ser considerada en un sentido mecanicista, como dependiendo únicamente de la tecnología, sino inserta en unas determinadas relaciones sociales de producción que no sólo determinan la forma de apropiación de la riqueza sino también, y de acuerdo con ello, los límites de la capacidad de sustentación . Desde muy antiguo, las ciudades de lo que desde comienzos de la Edad del Hierro conocemos como Fenicia, asentadas en un medio en el que siempre hubo problemas para lograr obtener el excedente necesario que garantizara la estabilidad de los sistemas tributarios-palaciales, lo que causaba diversas crisis periódicas con retrocesos de la urbanización y huida al territorio "nómada" de los empobrecidos habitantes de las ciudades (hapiru ) agobiados por las servicias y la dureza de la imposición fiscal , hubieron de recurrir al comercio especializado como modo de compensar tal situación. Pero el cambio que se produjo en dicha actividad comercial tras la superación de la "crisis" que puso término a las economías de la Edad del Broce hace pensar en un agravamiento de la eficacia para extraer el excedente. En todo caso en un momento no posterior al siglo X a C. los textos bíblicos (I Reyes, 5, 11) nos muestras una situación en la cual algunas ciudades fenicias, como Tiro, precisan adquirir alimentos de los paises de su entorno , al tiempo que dan muestras de una cierta inquietud territorial . Un comercio de este tipo, en el que los fenicios ya no actúan sólo como intermediarios en el tráfico de productos exóticos y de lujo y como abastecedores de la madera de sus bosques, sino que precisamente persigue un abastecimiento agrícola que las condiciones ecológicas, demográficas, tecnológicas y socioeconómicas de sus ciudades no son capaces de asegurar, hubo necesariamente de impulsar la búsqueda de materias primas necesarias para, bien en forma nativa o manufacturadas, servir como medios que garantizaran el intercambio. Ello explica porqué entonces, y no antes, los fenicios se lanzaron a su expansión mediterránea, a fin de transferir desde una periferia cada vez más lejana la "riqueza" que asegurara los intercambios con su entorno inmediato y la estabilidad de sus ciudades.

1. La "precolonización" (s. X-1/2 IX a. C)
Desde esta perspectiva las condiciones históricas que posibilitaron el inicio de la expansión fenicia por el Mediterráneo no son posteriores al siglo X a. C, y quizá fueran anteriores, aunque no podemos saberlo con certeza, lo que de alguna manera acorta el lapso comprendido entre las fechas que aportan las tradiciones literarias para las más antiguas fundaciones de santuarios y el comienzo del registro arqueológico desde la segunda mitad del siglo IX a C. Por supuesto hablamos del problema de la "precolonización" que, a pesar de las críticas de recientes , creemos que aún cuenta con argumentos de consistencia en su favor. Uno es precisamente de índole cronológica y fue señalado por Bunnens hace ya algunos años . Si las dataciones de la cerámica fenicia las obtenemos fundamentalmente por asociación estratigráfica a cerámicas griegas de cronología conocida ¿como podemos estar seguros de que allí donde las cerámicas fenicias no aparezcan asociadas a las griegas ello no sea indicio de una fecha anterior, teniendo en cuenta además la posible pervivencia de algunas formas?.

La respuesta proviene de las dataciones radiométricas pero sólo despeja en parte la incógnita ya que tales dataciones proceden de la zona mediterránea, situándose Morro de Mezquitilla como el asentamiento más antiguo fundado por los fenicios en la Península Ibérica (894-835 a.C), y no del área de Cádiz, que las fuentes coinciden en señalar como la fundación, junto con Lixus, al otro lado del Estrecho, más antigua de los tirios en el lejano Occidente . Asumir, por ello, que la fundación de Cádiz hubo de suceder por la misma época que la de los asentamientos de la costa mediterránea es una inferencia que en modo alguno puede ser por hoy probada. Sin embargo, dentro de lo "históricamente posible" que, por supuesto, tampoco podemos probar, parece más verosímil presuponer la existencia de una fase anterior a la irrupción de los asentamientos de la costa mediterránea, que proporcionara los contactos y conocimientos necesarios sobre el terreno y sus habitantes, y posiblemente protagonizada por el santuario-karu de Melkart en lo que luego sería Gadir . Una fase, por lo tanto, anterior a la presencia de asentamientos estables cuyo rastro localizamos por medio de la investigación arqueológica. En cualquier caso se trata de una cuestión que atañe más a la organización inicial de la expansión fenicia por el Mediterráneo que a la propia historia de estos fenicios una vez implantados en los distintos lugares en que se detecta su presencia.

2. Primera fase de la colonización fenicia arcaica (1/2 IX-1/2 VII a C.).
Asi pues, estrictamente, dejando a un margen el problema "precolonial", la primera etapa de los fenicios en la Península Ibérica se inaugura en el siglo IX a. C. en que comienza lo que podemos denominar "primera fase de la colonización arcaica". Se extiende ésta hasta mediados del siglo VII, en que detectamos cambios significativos en el registro arqueológico, y se caracteriza por la proliferación de asentamientos de pequeñas dimensiones ubicados muy próximos los unos a los otros sobre la costa del litoral mediterráneo andaluz , así como algún otro en levante (desembocadura del río Segura) . La presencia de claros indicios de una actividad económica diversificada en muchos de estos establecimientos que aprovechaban la diversidad de recursos de su entorno inmediato, hace pensar en una estrategia dinamizadora de los intercambios comerciales que pretende, mediante la supresión de un tramo importante de los itinerarios, reducir los costes de transporte y almacenamiento , en un contexto en el que los intercambios con los autóctonos se producen de forma temprana y fluida.

Tal dinamización implica, a lo que parece, dos cosas: una penetración del comercio fenicio hacia los contextos autóctonos de levante (Peña Negra) y una estrategia que parece responder a un conocimiento muy preciso de las condiciones locales que difícilmente puede proceder de Tiro u otro lugar de Oriente, y que constituye, por lo tanto, otro argumento en favor del carácter "precolonial" de Gadir. Desde muy pronto, en esta primera etapa de presencia colonial, disponemos de muestras significativas que abogan, no sólo por una convivencia estrecha de los colonizadores y los autóctonos , sino que permiten sospechar incluso la inclusión, al menos de algún grupo de aquellos, dentro de las estructuras sociales típicas de la tradición local peninsular, que es lo que parece indicar la presencia de enterramientos fenicios dentro de un espacio funerario autóctono delimitado, como es aquel del túmulo 1 de la necrópolis de Las Cumbres (Cádiz) . Tales indicios suponen que la aproximación e integración entre colonizadores y autóctonos se efectuaba no sólo por la presencia de santuarios , como el templo de Melkart de Gadir, que proporcionaba y garantizaba seguridad y fluidez en los intercambios , sino también mediante una política de "tratados" y pactos sancionados por medio de la creación de vínculos de carácter social (adopción, matrimonios mixtos) en consonancia con un tipo de intercambios que, al menos en al ámbito sociocultural autóctono, se hallaban integrados en la esfera de las relaciones sociales y políticas (redistribución, alianzas) .

3. Segunda fase de la colonización fenicia arcaica (1/2 VII-VI a C.).
Hacia mediados del siglo VII a C. se detectan toda una serie de cambios en el registro arqueológico que se advierten en el crecimiento de los asentamientos existentes, en una ocupación intensiva de los territorios próximos que da lugar a la aparición en éstos de pequeños poblados, en la creación de nuevos asentamientos en zonas más alejadas como Ibiza (Sa Caleta) Portugal (Abul) o Marruecos (Mogador) , en la presencia de materiales fenicios, junto con etruscos, sobre el litoral de Cataluña y el sur de Francia , y en la mayor constatación de algunos elementos tipológicos, como las lucernas unicornes, las "ollas" tipo Cruz del Negro o las incineraciones en pequeñas cavidades excavadas en el suelo, que sin ser totalmente desconocidas en la etapa precedente eran hasta entonces relativamente poco frecuentes. Tales cambios inauguran lo que bien se puede llamar "segunda fase de la colonización fenicia arcaica", o "fase de expansión del modelo colonial" , de componente bastante "híbrido" o "mixto", en tanto en cuanto que las actividades vinculadas al comercio no parecen las únicas, y que puede ser caracterizada por una ampliación del alcance de los intercambios que supuso la creación de nuevos asentamientos en zonas hasta entonces "marginales", así como la llegada de algunos grupos de población oriental que se establecen en los ya existentes, dando lugar a un crecimiento bastante rápido de su población, y pueden también haber penetrado en el Valle del Guadalquivir generando una colonización "agrícola" que se manifiesta como una forma más de explotación de la periferia por parte del centro.

Esta penetración fenicia hacia el interior (que algunos hemos denominado "colonización agrícola" para llamar la atención sobre las diferencias que presenta con el modelo de "implantación comercial" clásico) puede ser inferida, a poco que rechacemos el tópico que convierte a los fenicios en comerciantes exclusivamente asentados en la costa, por la presencia de materiales y ambientes funerarios "puramente fenicios" en el interior de Tartessos, que, si los consideramos fruto de una fuerte "aculturación funeraria" observada en algunos contextos autóctonos, en modo alguno resulta explicable desde presupuestos simplemente comerciales . El problema seguramente encontraría una mejor solución si no nos empeñamos en clasificaciones exclusivas que dividen los asentamientos con materiales muy parecidos en fenicios, si están próximos a la costa, y autóctonos, si se encuentran en el interior. Un enfoque más realista podría tener en cuenta la existencia, al menos en algunos lugares, de una ocupación mixta que implicara la presencia conjunta de ambos tanto en un contexto de costa como de interior, lo que abre la posibilidad a una interpretación más convincente de los procesos de aculturación desatados en el marco de tal convivencia. Esta presencia fenicia en el interior no responde sólo a intereses comerciales. Grupos de campesinos fenicios parecen haberse instalado aquí y allá, en una relación con la tierra y los autóctonos vecinos que aún se nos escapa. Así, la explotación a que el centro somete a la periferia no se concreta tan sólo en el trasvase de la riqueza desde aquella hasta éste, mediante una dinamización del comercio lejano que se percibe claramente en este momento con la ampliación de los horizontes comerciales, sino también, y a partir de la "crisis" desatada por las invasiones asirias, por el trasvase del "excedente" demográfico desde éste hacia aquella, cuyo eco incluso se ha conservado en algunas tradiciones literarias tardías (Just., XVIII, 3, 5; Q. Curt. Ruf., IV, 4, 20; Tert., De anima, 30).

Durante este periodo se produce, así mismo, un considerable incremento de las importaciones griegas tanto en los centros autóctonos como en los fundados por los fenicios, importaciones que ya estaban presentes desde la fase anterior en los asentamientos fenicios del litoral mediterráneo andaluz, y que, a la vista de las evidencias, no es posible relacionar con la irrupción de un comercio griego en "competencia" con el fenicio, cosa que no se corresponde con los intercambios de tipo aristocrático de navegantes como Coleo de Samos , sino más bien a empresas conjuntas en las que, al menos originariamente, parece poder percibirse una cierta componente rodia y eubea que no tiene por que corresponder de forma estricta con la procedencia de los materiales que encontramos en las excavaciones. El comercio griego se inserta así en la expansión fenicia disfrutando de las ventajas de información, organización e infraestructura proporcionadas por aquella.

4. Fase de la formación y consolidación de las ciudades fenicias (s. VI-1/2 IV a C.).
Si a mediados del siglo VII a. C. asistíamos a la primera modificación significativa en el registro arqueológico, durante el VI se van a producir en éste una serie de variaciones que darán finalmente como resultado la modificación del patrón de asentamiento de la población colonial. En la costa mediterránea andaluza las factorías de las etapas precedentes ceden su puesto a centros de mayor densidad, en un proceso de concentración espacial y demográfica que algunos han denominado como el paso de una situación de emporia a otra de apoikiai. Las ciudades fenicias del litoral Mediterráneo, que conocemos casi exclusivamente por las fuentes y por las acuñaciones monetarias tardías, surgen durante esta etapa, en la que también se producen algunos otros cambios significativos, como el abandono de las factorías en Portugal (Abul) y Marruecos (Mogador).

Así mismo, algunos elementos nuevos que progresivamente se introducen en el registro arqueológico, como los hipogeos y tumbas de fosa con predominio del rito de la inhumación, cerámicas con formas más funcionales y decoración más sobria, sin el típico barniz rojo de las cerámicas fenicias precedentes, lucernas más cerradas y pequeñas, máscaras, pebeteros, huevos de avestruz, objetos todos ellos con sus claras correspondencias en Cartago y el N. de Africa , hacen pensar en influencias púnicas cuyo alcance no es fácil precisar. Tales influencias se aprecian ahora en la necrópolis de Jardín que corresponde al abandono de Toscanos (Torre del Mar, Málaga) así como en Villaricos (Almería) e Ibiza. Precisamente las ciudades que se forman y consolidan durante este periodo, Malaka (Málaga), Sexi (Almuñecar), Abdera (Adra), Baria (Villaricos), Ebussus (Ibiza), tienen una tan estricta continuidad de habitat que llega hasta nuestras días que hace su conocimiento arqueológico muy difícil , lo que por otra parte explica los pocos vestigios de epigrafía así como la ausencia de tofet, ambos fenómenos urbanos, en la Península Ibérica , más que por diferencias socioculturales con otros entornos fenicios y púnicos en el Mediterráneo.

El único caso en que esto no es así, Villaricos-Baria, la ausencia de excavaciones, sólo achacable al desinterés de los arqueólogos-prehistoriadores que dominan la investigación sobre la presencia fenicia arcaica , ha producido resultados similares. En cualquier caso, la fundación anterior de muchos de estos centros, incluidos aquellos que como Villaricos habían sido considerados más netamente cartagineses, la relativa poca presencia de las "importaciones" púnicas en el registro arqueológico de los lugares no coloniales, junto con la caracterización general de la expansión cartaginesa como una empresa apoyada más en pactos y tratados desiguales que en una auténtica conquista con implicaciones políticas y militares , de la que en, cualquier caso, no hay evidencia alguna en la Península , aconseja no denominar esta etapa como "púnica", con la salvedad tal vez de Ibiza, donde las relaciones con Cartago y el Mediterráneo central parecen advertirse con mayor fuerza.

No obstante, la ausencia de colonias fundadas por los cartagineses parece en parte compensada por la presencia de los "libiofenicios", colonos cartagineses según las fuentes (Herodoro, frg. 2, Ps. Scymnos, 196-8) establecidos en el sur de la Península y que han podido venir a engrosar la población preexistente, bien asentándose en el territorio de las ciudades fenicias, bien estableciendo una colonización agrícola que se ha creído percibir arqueológicamente en algunos lugares del mediodía peninsular . Un hecho contemporáneo (s. V a C.), aunque no sabemos hasta que punto relacionable, lo constituye la colonización agrícola del interior de la isla de Ibiza.

Este periodo se caracteriza también por una mayor diversidad de las actividades económicas coloniales, consecuencia en parte del declive del comercio de metales con Tartessos, paralelo a la eclosión en su periferia de un intercambio de envergadura que se advierte, por ejemplo, en el edificio de construcción oriental de Cancho Roano (Zalamea de la Serena Badajoz) , palacio-santuario que revela los intentos por ampliar los horizontes comerciales hacia el interior, consecuencia quizá de la "crisis" del comercio tartésico. En correspondencia se advierte el auge de las industrias de salazón de pescado cuya producción era concentrada en Gadir para desde allí ser enviada a Cartago (Timeo: Ps. Aristóteles, De mir. aus., 136), que parece ahora el primer puerto redistribuidor de las mercancias de procedencia occidental en el Mediterráneo. El comercio del estaño atlántico debió de quedar igualmente en manos de los fenicios de Gadir, que conservaba su autonomía económica y política, e igualmente Cartago parece haberse beneficiado de ello .

5. Fase de las importaciones púnicas (1/2 IV-237 a C.).
Tampoco son abundantes los datos del siguiente periodo que detectamos a partir de mediados del siglo IV a. C. en un nuevo y significativo cambio que se produce en el registro arqueológico. Es desde esta fecha que los materiales de procedencia púnica se documentan en mayor abundancia que antes, lo que corresponde con una igual y contemporánea mayor presencia de "importaciones" procedentes de la Península en Cartago , y con la fecha del segundo tratado romano-cartaginés que especifica los territorios situados a partir de Mastia Tarseion como "área de influencia" cartaginesa en el Mediterráneo occidental . Tema que tiene que ver con el tan traído y llevado "cierre del Estrecho" y "bloqueo" del comercio griego en la zona. Este periodo, en que Gadir y seguramente las restantes ciudades fenicias y púnicas siguen gozando de autonomía, se caracteriza por el establecimiento de relaciones desiguales entre Cartago y las ciudades fenicias de la Península en un marco en el que la hegemonía cartaginesa en el Mediterráneo permitía establecer un nuevo soporte institucional para el intercambio por medio del comercio por tratado. Se caracteriza igualmente por las alianzas (desiguales) entre los cartagineses y los centros de poder (oppida ) ibéricos del SE y la alta Andalucía, en las que aquellos intervinieron facilitando en parte la poliorcética que interviene en las conflictivas relaciones de unos centros territoriales con otros. Con ello consiguieron introducirse en los circuitos de intercambio locales, dominados por las aristocracias ibéricas, lo que les permitió abastecerse de los minerales cuya extracción era realizada por los autóctonos (Diodoro, V, 35 ss).

Al margen de la cuestión del comercio griego y del hecho indudable de que los cartagineses parecen haber sido responsables, aunque probablemente no únicos, de la introducción de cerámicas griegas en la Península, como demuestra la presencia de grafitos púnicos sobre vasos de procedencia helénica en algún pecio, lo cierto es que no se posee indicio alguno que permita sostener la idea de una "conquista" cartaginesa de estos territorios con que poder sustentar la interpretación más convencional del tratado de 348 a. C., por lo que una epikrateia cartaginesa parece una proposición más convincente.

Durante esta etapa se produce, así mismo, la colonización de las Baleares, emprendida desde Ibiza, con la aparición en Mallorca de asentamientos como Na Guardis como muestra del creciente interés de Cartago por aprovisionarse de toda una serie de recursos, materiales y humanos, entre los que los metales tuvieron una gran importancia, en zonas siempre distintas a aquellas consideradas tradicionalmente conectadas con las actividades de las ciudades fenicias peninsulares.

6. Conquista bárquida (237-218 a. C).
El periodo que se inaugura con el desembarco de Amílcar Barca en Gadir (237 a C.) representa la plasmación de los cambios en la política exterior de Cartago debidos, no sólo a su propia evolución tras la anexión de un territorio africano que significó la introducción de nuevas formas de relaciones sociales de producción de índole esclavista y una perspectiva distinta en el trato dado a los aliados, sino también como consecuencia de la derrota en la primera guerra contra Roma, que supuso la pérdida de la hegemonía marítima, lo que imponía la necesidad de ejercer un control directo, mediante la conquista, de los recursos de la Península Ibérica, a fin de preservar su autonomía económica y política frente a los romanos. Destruida su capacidad para ejercer una hegemonía mediterránea Cartago aplicará en la Península medios de control propios de la dominación territorial que ejercía sobre amplias zonas del N. de Africa y que se articulaba en tres procedimientos distintos: a) conquista, anexión y apropiación directa del territorio y sus recursos (minas, campos próximos a Cartago Nova), b) anexión y administración directa del territorio y sus recursos por medio de magistrados e imposiciones tributarias, c) alianzas de carácter desigual con matrimonios mixtos entre los miembros de ambas elites y una política de "rehenes" que garantiza la fidelidad de los aliados. El culto a Melkart fue utilizado como elemento de integración ideológica que legitimara la posición de los Bárquidas frente a las ciudades fenicias peninsulares que, aunque autónomas, quedaron comprendidas en los "distritos" bajo la administración bárquida. En el registro arqueológico la principal novedad la constituye la aparición de monedas de plata, acuñaciones en las que se han querido ver las efigies de los Bárquidas. Monedas desconocidas hasta este momento y que se suman a los numerosos interrogantes acerca de una presunta conquista cartaginesa anterior al desembarco de Amílcar.

Este periodo se caracteriza también, y sobre todo, por la fundación de colonias (Akra Leuke, Cartago Nova) en una zona que había conocido anteriormente el comercio cartaginés, colonias que eran necesarias para el desarrollo de la nueva política imperialista puesta en marcha por Cartago , y que muestra la inexistencia de establecimientos coloniales de los cartagineses en la Península antes de la llegada de los Bárquidas que hubieran podido servir de puntos de apoyo, así como la autonomía, al menos nominal, de que siguieron gozando de las ciudades fenicias peninsulares. Esta tarea de colonización, que supuso así mismo la "reconstrucción" de Sagunto y su transformación en colonia cartaginesa tras su conquista por Aníbal, implicaba igualmente la llegada de colonos africanos, que las fuentes mencionan como "blastofenicios" a fin de reforzar la población "púnica" existente y poder enviar tropas de iberos a Africa, a fin de mejor asegurar el control de ambos territorios.

Igualmente se caracteriza el periodo por un empeño de índole "nacional" , que, como instrumento socio-político de cohesión, llevó a Asdrúbal y Aníbal, en los sucesivos matrimonios con "princesas" autóctonas, a situarse en la cúspide de la jerarquía política aristocrática existente en la zona , y que malinterpretado desde la misma Antigüedad ha permitido a suponer la existencia de una "monarquía" bárquida en la Península totalmente desvinculada del gobierno de Cartago , pretensión que sólo se apoya en los supuestos retratos de los estrategas cartagineses en las monedas que aquí acuñaron, pero que apenas se sustenta en un análisis riguroso de los hechos.

7. La disolución de la formación social fenicio occidental y su integración en la Hispania romana.
La inclusión de la Península en el ámbito sociopolítico y económico del mundo romano no supuso la desaparición súbita de las ciudades fenicias occidentales. En diversas ocasiones se ha señalado la persistencia, en época romana, de un substrato de componente semita apreciable en la toponimia, antroponimia, las acuñaciones monetarias, la devoción a dioses y cultos sincréticos y aún en la perduración de ciertas manifestaciones funerarias , pero hasta ahora no se había explicado como se produjo la integración de las ciudades fenicias peninsulares en el marco de la dominación romana. Es mérito de López Castro haber acometido dicha tarea. Gracias a su estudio la entidad de aquellos fenicios occidentales no desaparece sino que se transforma en un proceso en el que, como consecuencia de la introducción de la economía esclavista y de la acumulación a que ésta da lugar, las capas medias de la población formadas mayoritariamente por pequeños artesanos libres se empobrecen progresivamente, como se advierte en el contraste entre las tumbas del siglo III y las de II a. C. mientras las grandes familias acaban por insertarse en la oligarquía municipal romana, lo que pone fin, de manera menos abrupta, a la historia de la presencia fenicia en el extremo occidente y constituye el último momento de su periodización.


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